domingo, 4 de marzo de 2012

CONSTRUYENDO EL HOMBRE INTEGRAL

16.1 EL AUTODESCUBRIMIENTO 

 El Autodescubrimiento es un proceso que jamás cesa  en la criatura humana, encarnada o desencarnada. El mecanismo de realización del autodescubrimiento, está  directamente relacionado  con el  conocimiento de su propia realidad.

En todas las épocas, las  verdades universales estuvieron separadas, a pesar de constar en la historia de un sin número de sectas, creencias y religiones en el mundo. Nunca hubo una agrupación, una reunión de estas verdades y le correspondió a la Doctrina Espirita reunirlas todas en un sólo cuerpo doctrinario.

Cuando nos referimos a verdades universales, invitamos a los lectores a una reflexión sobre la inmortalidad del Alma, la comunicabilidad de los Espíritus, la reencarnación, la preexistencia del Alma antes de la cuna, la pluralidad de los mundos habitados, la creencia en Dios, etc., verdades esas que hacen parte de muchas filosofías.

Conociéndonos  de forma integral, sabiendo quienes  somos,  de dónde hemos venidos, hacia dónde marchamos, porqué estamos en la Tierra, y cual es la razón del dolor en nuestras existencias, somos invitados a una incursión interior, un viaje hacia nosotros  mismos, a fin de  descubrir nuestras verdades y realidades, presentes y futuras.


 Es así que se inicia el Autodescubrimiento; con preguntas hechas a uno mismo, en el curso de los hechos de la vida física o fuera de ella.

Analizándonos, cuestionando incesantemente nuestras realidades vividas, las respuestas van surgiendo poco a poco, según el aprovechamiento de los acontecimientos:  el autocontrol,  la autoestima, la autoconfianza, la determinación, la madurez del censo moral, la superación de los instintos…

El filósofo Sócrates, al visitar la Grecia, en el año 440 a.C., encontró insculpida en el pórtico del Santuario de Delphos, la siguiente frase: Conócete a ti mismo.

El autodescubrimiento pasó, entonces, a ser la base fundamental de la filosofía Socrática. Los argumentos propuestos por el filósofo, han creado una verdadera revolución en las ideas y reflexiones de su época, lo que provocó la ira de los falsos y pseudo-sabios, que finalmente lo sentenciaron a la muerte.

San Agustín afirma, a través de la Codificación Espirita (L.E., nº 919), que el autoconocimiento es el resultado de un sin número de indagaciones propuestas a sí mismo y es la clave del avance individual, personal y particular. 

16.2  LA TRANSFORMACIÓN ÍNTIMA 

Gracias a las sucesivas incursiones a su país interior, el hombre se ve impulsado a tomar una posición frente a la realidad que encuentra.

Esos viajes  interiores, le muestran cuales son los verdaderos villanos de la humanidad, los monstruos devoradores y perversos de las costumbres, de la moral, de la ética, que se encuentran en él
mismo.
 
 La búsqueda de respuestas para el sufrimiento humano en el exterior resulta infructífera.

Empezando por los vicios menores de la personalidad, hasta llegar a los grandes desafíos de transformación interior, nadie podrá ya frenar la gran jornada de crecimiento espiritual, hacia la felicidad, hacia la plenitud. 

Los cambios de carácter en la mayoría de aquellos que encuentran a Jesús, a la luz del pensamiento Espirita, es notable y fascinante.
 
 
¡La transformación íntima se  hace  urgente! La valorización de  los principios morales, el  incentivo a  lo bello y a  lo bueno, son  formas de superación de  los vicios que existen en el alma humana.

Las virtudes  exaltadas en el Evangelio de  Jesús, son  metas positivas  para aquellos  que se lanzan en ese ministerio  de transformación  de su vida para mejor.

La tolerancia, la paciencia, la bondad, la indulgencia, el perdón, la caridad, la humildad, el  amor, la paz, son  algunas de las metas que el Espirita puede lograr, sin apuro, pero de forma constante.

16.3  LA LEY DE AMOR

Siendo un Ser sociable y grupal, el hombre siente la necesidad de estar junto a otros para desempeñar su papel en ese entorno.

La atracción natural hacia aquellos que le comparten las ideas y deseos, representa el germen del sentimiento mayor: El Amor.

Gracias a la necesidad de perpetuación de la especie y  los mecanismos de organización social, el hombre se une a la mujer para la continuación de la vida: por los lazos del Amor.

Confundido con el amor, el sexo es la causa de enorme desorganización psicosocial. Es la consecuencia y no la causa del Amor.

El amor, según el espíritu Juana de Ángelis, puede ser considerado como un gran círculo; luego, los amores de padre, madre, hijo, tío, el amor  a la  religión, a la  profesión, a  la patria,  a la música, etc., son parcelas de ese círculo.

El ejemplo de amor dado por Jesús, en el mayor mandamiento: Amaras a Dios sobre todas las cosas y  a tu prójimo como a ti  mismo, es la máxima por excelencia para nuestras vidas.

Juan, el Evangelista, estableció que Dios es Amor.

Si Dios es amor, nosotros, sus hijos, somos herederos de ese amor y recibimos como herencia el Universo. 

 El Espíritu Lázaro  asevera:  “El hombre en  su  origen sólo tiene instintos; más adelantado y corrompido sólo tiene sensaciones, más instruido y purificado, tiene sentimientos; y el punto delicado del  sentimiento es el amor; no el amor en el sentido vulgar de la palabra, sino ese sol interior que condensa y reúne en su ardiente foco todas las aspiraciones y todas las revelaciones sobrehumanas. La ley de amor reemplaza a la personalidad por la fusión de los seres, y aniquila las miserias sociales…” 

De ese modo, nos  cabe  examinar detenidamente la propuesta  de  amar, amarse y  ser amado, frente a los conceptos relativos al Espíritu inmortal y qué viene el mundo ofreciéndonos.

El amor, por lo tanto, es la meta de cada criatura en la búsqueda de la perfección.

Dijo Jesús: Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial…

La perfección es el amor; ser perfecto es el objetivo. La humanidad siempre ha tenido ejemplos de devoción, humildad y amor: 

Francisco de Asís, Madre Teresa de Calcuta, Damián de Veuster, Gandhi, Francisco Cândido Xavier…

Luego del viaje interior, del “amarse a sí mismo”, de forma natural emprenderemos el viaje exterior, para el amor al prójimo, a la humanidad…

El Espíritu João de Brito, a través de la mediumnidad psicográfica de Francisco Cândido Xavier, escribe:

EL AMOR, sublime impulso de Dios, es la energía que mueve los mundos: 
Todo crea, todo transforma, todo eleva.
Palpita en todas las criaturas.
Alimenta todas las acciones: 

El odio es el amor que se envenena.
La pasión es el amor que se incendió.
El egoísmo es el amor que se concentra en sí mismo.
El celo es el amor que se dilacera.
La revuelta es el amor que se corrompe.
El orgullo es el amor que enloquece.
La discordia es el amor que se divide.
La vanidad es el amor que se ilude.
La avaricia el amor que se encarcela.
El vicio es el amor que se embrutece. 
La crueldad es el amor que se tiraniza.
El fanatismo es el amor que se petrifica.
La fraternidad es el amor que se expande.
La bondad es el amor que se desarrolla.
El cariño es el amor que florece.
La dedicación es el amor que se extiende.
El trabajo digno es el amor que se esmera
La experiencia es el amor que madura.
La renuncia es el amor que se ilumina.
El sacrificio es el amor que se santifica.
El Amor es el clima del Universo.
                            
El Amor, es la religión de la vida, la base del estímulo y la fuerza de la creación.  

A su influjo, las vidas se agrupan, sublimándose para la inmortalidad. 
 
Sea donde sea, en el más aislado retiro, cuando se le retire la influencia, reina siempre el caos. 
 
Con él, todo se aclara. 
 
Lejos de él la sombra coagula y prevalece. 
 
En suma, el bien es el amor que se desdobla, en la búsqueda de la Perfección en el Infinito, según los propósitos Divinos. 
 
Y el mal es, simplemente, el amor fuera de la Ley.
 
¡Empieza, pues, ahora mismo, tu autodescubrimiento! 

 
  
                                C O N C L U S I O N E S 


Verdadera enciclopedia  de conocimientos trascendentales, la CODIFICACIÓN, como se concluye fácilmente, por el  conocimiento que la misma Doctrina entrega, de manera generosa, fue el fruto  sazonado y bendito, de un plan arquitectado en la Espiritualidad, correspondiendo a uno de sus elaboradores concretar su parte, que le cabría desempeñar, ya encarnado en la Tierra: ALLAN KARDEC. 

En verdad, los Arquitectos de la  obra  fueron fieles  a los  compromisos asumidos, de ahí  por qué ella resultó ser una verdadero monumento doctrinario filosóficocientífico-moral, cuando podía no haber sucedido, si el plan no hubiese seguido  la línea, el guión trazado, por los elaboradores, de lo contrario, se hubiera convertido en un edificio rústico como de los muchos que representan a creencias místicas y espiritualmente inexpresivas, o sistemas de fanatismo o negación. 

La misión de recibir, organizar, metodizar y explicar la Doctrina Espírita, fue cumplida, fielmente, por el misionero: corresponde a la posteridad estudiarla, respetarla, propagarla, vivirla. Jesús le puso el sello y la bendición de su Infinito Amor y el celo, el interés por la Humanidadsobresale en cada palabra consignada en la Doctrina. 

Cada obra contiene la materia exactamente necesaria para el entendimiento de la época, pero como la Doctrina  es Progresiva, aunque  sus enseñanzas básicas perduren, son complementadas  por  estudios posteriores (Los principios intrínsecos del Espiritismo, en razón de ser científicos, son de carácter permanente, y así, siempre actuales) sin que nada se modifique en sus bases doctrinarias, expuestas por los Espíritus y por Kardec. 

Allan Kardec no fue un  simple  copiador (siempre escuchó a los amigos  espirituales, pero de  ellos prescindió cuando le  correspondía hacer lo suyo), fue,   un  artista digno de su obra -- fruto, por tanto, de la enseñanza de los Espíritus Superiores y de la extraordinaria capacidad de trabajo del Profesor Rivail, de amplia y  variada capacidad humanística,  de sus  sólidos postulados morales,  de sus  lúcidos conceptos científicos, servidos por  un  cerebro  bien ordenado, habituado al raciocinio lógico,  una curiosidad intelectual  sabia y bien orientada, una inteligencia penetrante, analítica y fría.
 
Ni por ser trascendental la obra, a pesar de la magnitud de los asuntos tratados, dejó ella de ser sencilla, para ser accesible a todos, escrita en un estilo con las cualidades tradicionales de la corrección, de la concisión, de la claridad y armonía, acompañada de originalidad y vigor.

“Se reconoce el verdadero espírita por su transformación moral y por los esfuerzos que hace por dominar sus malas inclinaciones”

Allan Kardec – El Evangelio Según el Espiritismo 




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